martes, 10 de marzo de 2009


El color de David Faitelson


Sé muy bien que no soy unos de sus favoritos y cada vez que me lo he encontrado de frente endurece la mirada y la llena de odio y rencor, pero juro que nada de eso me ha quitado el sueño o ha llenado mi corazón de resentimiento.


“Mira, José Ramón: tú puedes criticar al América porque llevas mucho tiempo haciéndolo, pero ese pinche gordo cómo se atreve...”, le dijo en una ocasión a José Ramón Fernández cuando se encontraron en una reunión de la OTI (Organización para la Televisión Iberoamericana).


Tiene mi edad (40 años), pero debe –me imagino– tener una cuenta bancaria mucho más amplia, y seguro que no se sienta con su mujer los viernes por la noche con la chequera en la mano para hacer cuentas y ver cómo va el presupuesto de la semana. Habrá que reconocer, sin embargo, que ha logrado poner en navegación un barco tan grande y poderoso como lo es su empresa de televisión y aquellos que tienen la fortuna de conocerlo mejor dicen que es una buena persona, llena de cualidades humanas y hasta de cierta nobleza casi siempre ausente en personajes de su talla económica.


Emilio Azcárraga Jean debe estar pasándola mal. Y olvídese del Necaxa o del San Luis, equipos que son propiedad suya o incluso del manejo federativo que su empresa lleva al frente de las selecciones nacionales o del futbol mexicano en general. Lo que realmente debe dolerle al “hijo del Tigre” es la incapacidad que ha tenido para darle al América, a su orgullo, a su alma, a su espíritu, la validez de un equipo grande, poderoso y ganador.


No podemos reprocharle falta de interés, ni deseos, ni pasión. Lo he visto en la cancha, en el vestidor, hablando, impulsando, pateando un balón, vestido de amarillo o en su palco, sosteniendo a un pequeño bebé que también presume los colores americanistas. Es el mismo americanista de siempre, aquel que tres décadas atrás salía a la cancha tomado de la mano de Zelada o de Reinoso o aquel niño que desde la platea vibraba con el equipo que arrasaba en la década de los ochenta.


¿Qué ha hecho mal Emilio? ¿Dónde se ha equivocado? ¿Qué le ha faltado? ¿Qué ha fallado?

Algunos creen que es la gente que le ha rodeado –Javier Pérez Teuffer, Guillermo Cañedo, por citar ejemplos–. Otros que le ha faltado carácter y decisión para ejercer como el dueño del América.

Lo siento mucho por él, los siento mucho por su empresa y lo siento por los millones de americanistas que están sufriendo.


Maldita la hora, sí, maldita la hora en que un equipo ganador, histórico y poderoso se convirtió en uno perdedor, caprichoso, inútil y mediocre, pero aun así, estoy seguro que si hay alguien que puede y debe sacar al America de esa situación, ese es Emilio Azcárraga.




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